En el espacio de tiempo que va desde el final del paleolítico superior hasta el neolítico, el epipaleolítico (12.000-3.000 a.d.C.), los cazadores-recolectores se rigen por el ritmo de vida que les impone las migraciones de enormes manadas de animales silvestres de los que dependen para sobrevivir.
Todavía con el pálpito de un clima post-glacial de inviernos profundos y muy largos -2/3 del año-, marcaba dos estaciones climáticas principales para la caza entre el Valle del Ebro (invierno) y las llanuras de Aquitania (verano). Entre tanto, estas estaciones climáticas determinaban unos hábitos de vida propios y singulares, respectivamente, que los distintos aspectos del entorno de cada una ofrecían para sobrevivir, como son los frutos silvestres que recolectaban y las materias primas elaboradas o semielaboradas para la siguiente etapa de trashumancia-migración.
En una estación como Aquitania sus suelos frescos ofrecían un pasto de verano nitrogenado y rico, un hábito de vida propio de la etapa de crecimiento vegetativo y sus recolecciones. A la vez, se preparaban y se encurtían las pieles para cubiertas de cabañas y abrigo para el invierno.
También, se tejía y trenzaba de forma burda y a mano o con algún bastidor, tallos y fibras bastas sin transformar que recolectaban de juncáceas, gramíneas y salicáceas, principalmente.
Ya observaban la magia de las gramíneas cuando, con fruición, eran pastadas por los cérvidos, bóvidos y équidos, cada primavera-verano, y como de los fresnos, sauces, serbales, olmos y carpes obtenían el nutritivo y digestivo ramón.
En la estación invernal en el Valle del Ebro los animales pastaban matas, macollas y rastrojos secos o casi secos y puntas o extremos leñosos de arbustos y árboles ricos en carbohidratos. También, se aprovechaban los frutos, ya pasados, de los árboles y arbustos: drupas, bayas, pomos…etc; en especial los caparrones de las rosáceas ricos en vitamina C como las bayas enanas del espino amarillo (Hippophea rhamnoides, post-glacial endémica del Gállego) y las cerollas (Sorbus domestica).
Los suelos del Valle del Ebro son más pobres y esqueléticos, a base de yesos y alabastros de origen sedimentario de lo que fue un antiguo mar interior templado del terciario, ofreciendo una vegetación muy especializada que ha evolucionado a estas actuales estepas. Un alto porcentaje de reproducción, extensión y fenología de estas especies vegetales tiene que ver con el paso y estancia de ingentes manadas de herbívoros y posteriormente de ganado mayor y menor desde hace miles de años. La roturación y tala se ha encargado de no dejar apenas restos de ello.
Así y todo, la trashumancia tradicional que hemos conocido entre el llano y la montaña hasta hace poco, es el resultado de un recorte de magnitud latitudinal -nos evitamos la mitad del trayecto hasta las llanadas o landas del Garona en Aquitania- a cambio de magnitud altitudinal, para obtener pastos frescos en el Alto Pirineo. Una consecuencia de adaptación de los animales-rebaños que logró llevar acabo el hombre observando e imitando durante siglos en tierras bajas, medias y altas los espacios que necesitaban para pastar los animales silvestres, pero acomodandolo ahora con sus ganados trashumantes a las máximas altitudes y según que especies arbóreas dominantes. Es la primera gran obra paisajística humana en el Pirineo como resultado de experiencias de "ensayo-sin error" -por observación y emulación de los fitófagos- además de un rudimentario e intuitivo conocimiento biogeográfico.
...al boscaje.
Prados en mosaico ganados al bosque. Yosa
Fitófagos o herbívoros manteniendo el paisaje creado hace siglos por sus ancestros. San Bartolomé de Gavín y llano de Biescas.
1 comentario:
El amor por la naturaleza y su investigación profunda revelan una gran sensibilidad. Un saludo desde Uruguay.Vicairot
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